El Día. Santa Cruz de la Sierra. Bolivia.20.II.2020
A tres meses de huido el cocalero, hoy refugiado en sus santuarios ideológicos extranjeros, Argentina, Cuba, el enemigo principal de la democracia en Bolivia sigue siendo Evo Morales Ayma.
La libertad moderna, como civilización jurídica, la aplicación del Derecho como norma que debe armonizar el mundo de los ‘sapiens’, debieran honrar a Bolivia e inhabilitar de una vez al cocalero Evo Morales. Eso debiera hacer el Tribunal Electoral. ¿Por qué exacerba la paciencia de la sociedad boliviana y aun no dice esta boca es mía?
El ‘ex’ hoy huido y refugiado no debe ser candidato a senador por el departamento de Cochabamba, lugar que cobija su santuario, Chapare, productor de la materia prima de la cocaína, la hoja de coca. Está vetado por Ley Electoral y por muchas otras, pues carga horrendos crímenes en sus espaldas. Quiere ser candidato para ‘blindarse’ por los que cometió durante los casi 14 años, en los que la democracia boliviana sobrevivió peligrosamente bajo su régimen de ‘jefazo cocalero’ dictatorial que pretendía pensamiento y partido únicos.
Fueron los tiempos del ‘evismo’. Era presidente de las poderosas 6 Federaciones de campesinos dueños de su parcela de coca, él también propietario, y presidente del Estado Pluri. Ejerció el poder desde el poder sin mediaciones, sin medida ni clemencia para permanecer en el poder “toda la vida”.
A despecho de lo que pensó y piensa mucha gente, su estructura política partidaria, el Movimiento al Socialismo (MAS) existe, según se comprueba por las encuestas presentadas el 16 de febrero en curso: ronda menos de un tercio de intención de voto. ¿Cómo desconocer que fue un instrumento orgánico construido en los 14 años del llamado “proceso de cambio”, más aún si nos remontamos a la creación del Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos?
Después de la rebelión-revolución de octubre-noviembre 2019, que dio lugar a un tiempo nuevo, sobrevino el ‘postevismo’. Es el ‘hoy’, con el cocalero ya huido, pero ejerciendo el poder a control remoto sobre su estructura partidaria diseminada en la sociedad boliviana, bajo el manto étnico andino aymara, rural y urbano, clase media formal e informal.
Ese partido existe a pesar de los férreos 21 días de huelga de 2019 con Bolivia movilizada, pidiendo la renuncia del tirano. Esa estructura partidaria está viva, no ha muerto, a pesar del coraje y temeridad del líder Luis Fernando Camacho con su carta de renuncia a cuestas. El MAS existe a pesar de que gran parte de la sociedad estaba en rebelión contra la impunidad y las violaciones al Estado de Derecho, hasta que hizo huir al tirano. Fue como Fuenteovejuna, Bolivia se jugó “todas a una”, incluida la ausencia de represión policial y militar.
La libertad conquistada de la que hoy gozamos, fue un bien que se adquirió todos los días, con el esfuerzo de cada individuo y la unión de todos ellos. Y hoy caminamos esta transición en paz y libertad de la mano de una mujer: Jeanine Añez Chávez.
Aclaro y recalco: en una democracia electoral, adversario y enemigo son dos palabras cualitativamente diferentes. En la lucha política y en los marcos de la pluralidad partidaria, la tolerancia y el respeto a las diferencias, el objetivo es ganar una lid electoral limpia, con argumentos, debates y confrontación de ideas frente al adversario, que puede ser temporal.
Enemigo, en cambio, se usa cuando la lucha democrática, deja de serlo y se traslada a un escenario de guerra a muerte: ‘matar al enemigo’, que se convierte en la forma más ruin de supervivencia. Bajo esa modalidad de asumir la política como guerra a matar de cualquier forma al enemigo, gobernó Morales 14 años. Sus muertos no dejan mentir. Mató a quien se erguía como enemigo, o se interponía en el camino hacia la victoria de la que se creía merecedor.
No importa el arma con la que se mata en la guerra. En esta lucha a muerte, también se mata política, social y simbólicamente con mentiras, infundios, buscando culpar al enemigo de cualquier error propio o ajeno. Hay que hacer escarnio del enemigo, de su derrota y jactarse del triunfo. Me resisto a pensar que hoy, en este período electoral, estemos en ese rumbo.
Ahora prima el deseo de una síntesis y paz democráticas, sin delirios étnico-indígena-campesino ni movimientos sociales de combate, que profundicen la polarización, ni las ‘estigmatizaciones’ por ser cruceños, francamente indignante. Y sin embargo, el sambenito de regionalistas y provincianos nos los endilgan a nosotros que hemos sufrido el centralismo, como todo el país, por la ineptitud andina con contener a la nación boliviana, tan heterogénea y diversa. La gente quiere paz, democracia y libertad sin desprestigiados izquierdismos acríticos, ‘festivos’ o ‘caviar’, ni derechosos autoritarios sindicales-corporativos o de capitales privados, ni nacionalismos étnicos populistas. La unidad posible debe articularse en torno a quien tiene mejores posibilidades de enfrentar al MAS y a Morales. Hoy, es la presidenta y candidata Jeanine Añez Chávez.
Bolivia quiere la unidad posible sin mesianismos, porque el enemigo principal de la democracia sigue siendo Evo Morales Ayma.