Tolerancia – Marcelo Ostria Trigo / EL DEBER – 25.8.2010
Intolerancia, temor y rencor son enemigos de la libertad y de la democracia.
La tolerancia no es una virtud generalizada. Es más frecuente lo contrario cuando se exacerba la pasión política, especialmente cuando la sociedad se polariza y muchos ciudadanos no encuentran el justo medio; ese centro del que se piensa que se basa en la moderación.
Quizá la intolerancia es consustancial al político profesional, o sea, al que se dedica exclusivamente a la acción partidaria. Esto se aplica también a las llamadas ‘organizaciones de fachada’, como los frentes autodenominados patrióticos o de liberación, empeñados en ocultar la verdadera esencia de su acción política. Hay, en efecto, Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que, bajo la apariencia de cooperación, se dedican a intervenir abiertamente en la política, tomando partido y provocando la confrontación. Es muestra de intolerancia denunciar como infiltradas o intervencionistas sólo a las organizaciones adictas y, en cambio, ignorar a las que mezclan sus actividades de supuesta cooperación actuando en favor de cierto partido o del régimen imperante: “Se ve la paja en el ojo ajeno y se ignora la viga en el propio”.
Ciertas ONG que suelen presentarse como cooperantes, para mejorar el nivel de vida de los sectores menos favorecidos y como orientadoras para la defensa de derechos, e incitan a la lucha, en verdad son agitadoras. Una vez en el país ‘cooperado’ asumen causas que concitan simpatías, como la defensa del medio ambiente y el rechazo a la discriminación. Proceden de círculos extremistas de países en los que no se atreverían a propiciar acciones radicales. Esto es muestra de simulación y no de tolerancia.
Preocupa que la intolerancia, que es el signo común a las tiranías que temen la confrontación de las ideas, sea el origen de las reacciones que resultan en persecuciones, represión y encarcelamiento de quienes propician otros modelos políticos, particularmente los basados en la democracia, la libertad y el respeto a los derechos individuales.
Intolerancia y temor van, entonces, de la mano, y desencadenan violencia. No se tolera, por ejemplo, que alguien, abiertamente y de buena fe, manifieste su oposición al llamado ‘proceso de cambio’; menos aún que propicie un sistema auténticamente democrático; es decir, la antítesis de la política que busca la estatización de los medios de producción y el control del Gobierno sobre todos los aspectos de la vida de los ciudadanos.
Las autocracias ven gigantescos molinos de viento como imaginarios enemigos: ¿qué rebelión pueden, por ejemplo, desatar las valerosas Damas de Blanco cubanas, en marchas pacíficas para exigir la liberación de sus seres queridos encerrados por pensar diferente? Pero hay miedo en los castristas, porque intuyen que las ideas siempre terminan por imponerse a la violencia, y las reprimen.
Hay otro temor: el de ser señalado como traidor, neoliberal, reaccionario y sirviente del imperialismo. Motes corrientes en la jerga de los autócratas para descalificar a disidentes que, a la vez de oponerse al régimen que abandonaron, procuran evitar la venganza afirmando que siguen siendo partidarios de un proceso de cambio; sólo eso, sin explicaciones convincentes.
“Hoy, las huellas del rencor se multiplican. Rebasan los muros del cenáculo intelectual y se proyectan sobre la vida cotidiana. El rencor está en la calle. Se alimenta, al igual que Asterión, de carne humana” (Santiago Kovadloff. La Nación de Buenos Aires, 26/02/2010).
Intolerancia, temor y rencor son enemigos de la libertad y de la democracia.
* Abogado y diplomático
http://www.eldeber.com.bo/2010/2010-08-25/vernotacolumnistas.php?id=100824233557