El fin de la democracia boliviana – The Wall Street Journal – 26.11.2009

Una dictadura que estimula la producción y distribución de cocaína tiene pocas esperanzas de labrarse una buena imagen internacional. Pero cuando ese mismo gobierno se proyecta usando el lenguaje de la justicia social, con una atención especial a los derechos de los pueblos indígenas, se granjea la aclamación del mundo.

Esta es Bolivia, que en dos semanas celebrará elecciones para presidente y las dos cámaras del Congreso. El gobierno del presidente Evo Morales promocionará el evento como un gran momento para la democracia sudamericana. En realidad, los comicios marcarán el fin oficial de lo que queda de la libertad boliviana tras cuatro años de gobierno represivo de Morales.

The End of Bolivian Democracy

Por Mary Anastasia O’Grady

Mientras Estados Unidos y la Organización de los Estados Americanos se han obsesionado por la remoción legal de un presidente antidemocrático en Honduras, Morales ha estado fortaleciendo su narco-dictadura. También se hizo amigo del dictador iraní Mahmoud Ahmadinejad, quien mañana hará una nueva visita a La Paz.

Se prevé que Morales obtenga la reelección sin mayores inconvenientes, en parte porque en muchas áreas que controla los votantes serán escoltados a las mesas electorales para asegurarse de que elijan de forma correcta. Su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), casi con seguridad retendrá el control de la cámara baja del Congreso y es probable que gane el del Senado, que hasta ahora ha estado en manos de la oposición.

Si esto ocurre, el dominio de Morales será casi imbatible. Pero esto no debería ser interpretado como una adopción nacional de su estilo de hacer política. Logrará extender su poder gracias a una política de terror contra sus adversarios.

[Evo Morales] ReutersEl presidente boliviano, Evo Morales (der.), sujeta una vasija de barro ceremonial que contiene chicha, una bebida alcohólica hecha con maíz fermentado, durante un acto de campaña en Tinguipaya, en la región de Potosí, en octubre.

No hay que olvidar que en 2003 Bolivia tenía un presidente electo en Gonzalo Sánchez de Lozada. A los radicales de la izquierda dura no les gustó que Sánchez de Lozada propusiera la exportación de gas natural licuado a través de Chile. Lanzaron protestas violentas y bloquearon las autopistas del país. Sus objetivos de derrocar el gobierno coincidían con las metas del movimiento de cocalero encabezado por Morales. Se unió al levantamiento.

Cuando el presidente decidió usar al ejército para escoltar a camiones de aprovisionamiento, se desataron los enfrentamientos. Sánchez de Lozada decidió dejar el país como una forma de desactivar la violencia, y el Departamento de Estado de EE.UU. le dijo que si no renunciaba antes de irse, cortaría la ayuda extranjera. El presidente obedeció y, de esta manera, le brindó, bajo coacción, un barniz legal a un golpe ilegal.

El terrorismo había funcionado y no había ni una pizca de protesta por parte de la comunidad internacional. Así que fue usado otra vez para forzar la renuncia del sucesor de Sánchez de Lozada y presidente del Senado. Eso significó que había que llamar a nuevas elecciones. Morales se presentó y ganó.

Al asumir la presidencia en 2006, Morales comenzó a usar su oficina para perseguir a funcionarios de gobiernos previos. Algunos fueron encarcelados, otros abandonaron el país. Hizo cambios profundos en la justicia y en el consejo electoral. Cuando surgía un desafío de la oposición, sus matones callejeros o sus jueces le ponían fin.

Una asamblea constituyente fue elegida para reescribir la Constitución, pero el MAS no consiguió los dos tercios de los asientos para delegados. De esta forma, la asamblea se negó a adoptar un texto repleto de artículos antidemocráticos y una cláusula para la reelección del presidente. Una vez más, el MAS, con el respaldo del gobierno, recurrió a la fuerza. En noviembre de 2007 llamó a la asamblea a una guarnición militar, no dejó entrar a la oposición y ganó la votación. Tres manifestantes murieron. Una segunda votación necesaria para ratificar cada artículo volvió a excluir a los miembros de la oposición.

Cuando llegó el momento de lograr que el Senado ratificara el documento, Morales volvió a llamar a la muchedumbre. En marzo rodearon el edificio del Parlamento y amenazaron a los legisladores. Los congresistas opositores eventualmente cedieron pero afirmaron que había podido salvar unos pocos vestigios del capitalismo democrático, como los derechos de propiedad y la educación privada. Sin embargo es probable que estos logros sean transitorios.

Además de la provisión de la “reelección” presidencial, el documento contiene otros dos artículos que es probable que devasten la democracia. Uno crea una clase especial de personas que se considera que tienen sangre indígena pura, y les concede privilegios especiales como escaños designados en la legislatura. Esto le otorga a Morales un control político enorme. Un segundo artículo le permite convocar a una nueva asamblea constituyente para redactar una nueva Constitución. Y afirma que puede ser aprobada por dos tercios de “los miembros presentes”. En otras palabras, si Morales vuelve a fracasar en su intento de obtener los dos tercios de los votos que necesita para ratificar su plan, sólo necesitará repetir la práctica de rodear el lugar de reunión y bloquear a sus oponentes para que no voten.

Morales es el dictador más reciente de América del Sur, pero no es el comunista ideológico que muchos temen. Es más parecido a un jefe de la mafia, que ascendió al poder con la promesa proteger el negocio de la coca. Ahora tiene la capacidad de hacerlo.

Bajo su mandato, el cultivo de coca es legal y cobra una tarifa de licencia de todos los agricultores, cuyas cosechas se venden a través de un mercado centralizado. Funcionarios del MAS también regulan la producción y el tráfico de cocaína que ahora llega al nivel de los hogares.

El auge del negocio ha vuelto popular a Morales. Tal vez deteste a EE.UU. y la libertad pero hay algo que es seguro: entiende los mercados.

Escriba a O’Grady@wsj.com

Fuente: http://online.wsj.com/article/SB125893434364459911.html

Enviado por Añez Percy [panez@bmsc.com.bo]

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VERSION EN INGLÉS

The End of Bolivian Democracy

Elections scheduled for December 6 will mark the official end of the Bolivian democracy.

· By MARY ANASTASIA O’GRADY

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A dictatorship that fosters the production and distribution of cocaine is not apt to enjoy a positive international image. But when that same government cloaks itself in the language of social justice, with a special emphasis on the enfranchisement of indigenous people, it wins world-wide acclaim.
This is Bolivia, which in two weeks will hold elections for president and both houses of congress. The government of President Evo Morales will spin the event as a great moment in South American democracy. In fact, it will mark the official end of what’s left of Bolivian liberty after four years of Morales rule.
While the U.S. and the Organization of American States have been obsessing over Honduras’s legal removal of an undemocratic president, Mr. Morales has been fortifying his narco-dictatorship. He’s also made friends with Iranian dictator Mahmoud Ahmadinejad, who will make another visit to La Paz tomorrow.
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Reuters

President Evo Morales at a campaign rally in Tinguipaya, Oct. 25.

Mr. Morales is expected to win re-election easily, in part because in many areas that he controls voters will be escorted into polling booths to make sure they choose correctly. His party, Movement for Socialism (aka MAS for its Spanish initials), is almost certain to retain control of the lower house of congress and is likely to win the senate, which until now has been controlled by the opposition.
If this happens, Mr. Morales’s rule will be almost impossible to challenge. But this should not be interpreted as a national embrace of his politics. He will pull off his power grab thanks to a policy of terror against his adversaries.
Recall that in 2003, Bolivia had an elected president in Gonzalo Sánchez de Lozada. Hard-left radicals didn’t like it when Mr. Sánchez de Lozada proposed the export of liquefied natural gas via Chile. They launched violent protests and blocked the nation’s highways. Their objectives to bring down the government coincided with the goals of the coca growers’ movement, which was led by Mr. Morales. It joined in the uprising.
When the president decided to use the army to escort supply trucks, clashes ensued. Mr. Sánchez de Lozada decided to leave the country as a way of defusing the violence, and the U.S. State Department told him that if he did not resign before doing so, it would cut off foreign aid. The president complied, providing, under duress, a legal patina for an illegal coup.
The terrorism had worked and there was nary a peep of protest from the international community. So it was used again to force the resignation of Mr. Sánchez de Lozada’s successor and the president of the senate. That meant new elections had to be called. Mr. Morales ran and won.
Upon taking office in 2006, Mr. Morales began using his office to persecute officials of previous governments. Some were jailed, others fled. He made sweeping changes to the judiciary and the electoral council. Any time there was an opposition challenge, his street thugs or his judges put a stop to it.
A constituent assembly was elected to rewrite the constitution, but MAS failed to win two-thirds of the delegate seats. Thus the assembly refused to adopt a text filled with antidemocratic articles and a re-election provision for the president. Again MAS, backed by the government, used force. In November 2007 it called the assembly to a military garrison, locked out opposition members, and won the vote. Three protestors were killed. A second vote required to ratify each article again excluded opposition members.
When it came to getting the document ratified by the senate, Mr. Morales called on the mobs once more. In March they surrounded the parliament building and threatened members. Opposition congressmen eventually gave in but claimed they had managed to salvage a few remnants of democratic capitalism, like property rights and private education. Yet those gains may well be transitory.

The Americas in the News

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Besides the presidential “re-election” provision, the document also contains two other articles that are likely to devastate the democracy. One creates a special class of people deemed to have pure Indian blood, granting them special privileges including designated seats in the legislature. This gives Mr. Morales enormous political control. A second article allows him to call for a new constituent assembly to write a new constitution. And it says that it can be approved by two-thirds of “members present.” In other words, if he again fails to get the two-thirds vote he needs to ratify his plan, he will only need to repeat the practice of surrounding the meeting place and blocking his opponents from getting to the vote.
Mr. Morales is South America’s latest dictator, but he is not the ideological communist that many fear. He’s more akin to a mob boss, having risen to power by promising to protect the coca business. Now he has the capacity to do it.
Under his rule, coca cultivation is legal and he collects a licensing fee from all farmers, whose harvests are sold through a centralized market. MAS officials also regulate cocaine production and trafficking which now reaches down to the household level.
The booming business has made Mr. Morales popular. He may hate the U.S. and freedom but one thing is for sure: He understands markets.
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O’Grady@wsj.com

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