Problemas que acechan a Bolivia – OPINION / Diario de Las Américas – 17.1.2010

“Pero los mercados siempre buscan soluciones más eficientes cuando se enfrentan a este tipo de situación. Los tres países vecinos de Bolivia — Argentina, Brasil y Chile salieron en busca en otros proveedores y los han encontrado. Ya no necesitan aceptar la encerrona que les dio Bolivia hace apenas dos años.”

(con dos artículos de opinión relacionados)

Las elecciones celebradas el pasado diciembre en Bolivia son prueba fehaciente que el presidente Evo Morales tiene el respaldo de la gran mayoría de los bolivianos. Morales fue reelecto con cerca del 63 por ciento de los votos emitidos.

Es cierto que gran parte de la popularidad de Morales es de que él, al igual que la mayoría de la población de Bolivia es indígena. Además en general ese grupo comparte la opinión del presidente Morales que dice que el petróleo, el gas, y los recursos naturales del país pertenecen al Estado. Las elecciones de diciembre dan fe que la mayoría de los bolivianos comparte este punto de vista.

Y a corto plazo muy pocos economistas pueden criticar la decisión de Morales de nacionalizar todas las empresas energéticas del país. La decisión tuvo dos ventajas: La primera es que con los precios del gas y petróleo a niveles altísimos, Bolivia tuvo sus mayores ingresos en muchos años. Y a la vez, las compañías estatizadas forzaron a sus clientes en Argentina y Brasil a pagar precios más altos de los concretados con anterioridad. Por eso la economía de Bolivia pudo crecer en un 3,7 por ciento el año pasado.

Pero este año las cosas van a ser mucho más difíciles para el presidente Morales. Su propio Ministro de Relaciones Exteriores dice que el Producto Interno Bruto (PIB) de Bolivia descenderá el 4,5 por ciento este año. Ya las compañías extranjeras no invierten en Bolivia. Estados Unidos canceló las ventajas arancelarias que le otorgaba a Bolivia cuando el gobierno cooperaba en la lucha anti-drogas. Eso llegó a su fin cuando el presidente Morales decidiera suspender los planes de ayuda norteamericanos para combatir el narcotráfico.

Y ahora Bolivia va a tener competencia en vender sus productos energéticos a países vecinos como Brasil, Argentina y Chile. Bolivia forzó a Brasil y a la Argentina a pagar un sobreprecio considerable cuando nacionalizó las empresas que producían gas para la exportación. En ese momento los países vecinos no tenían alternativa y se vieron forzados a pagar el sobreprecio que exigían las empresas estatales bolivianas.

Pero los mercados siempre buscan soluciones más eficientes cuando se enfrentan a este tipo de situación. Los tres países vecinos de Bolivia — Argentina, Brasil y Chile salieron en busca en otros proveedores y los han encontrado. Ya no necesitan aceptar la encerrona que les dio Bolivia hace apenas dos años.

Brasil y Argentina ya tienen proyectos nuevos para proporcionarle gas a sus consumidores y a la vez han llegado a acuerdos con países lejanos como Qatar y cercanos como Trinidad Tobago que les permite obtener gas importado a mejores precios que los que exige Bolivia.

Hay cinco empresas importadoras de gas — una en Argentina, dos en Brasil y dos en Chile — que traen por barco gas licuado. En estos casos el gas producido en lejanos países es licuado para su transporte y convertido nuevamente en un gas al llegar a los puertos de Argentina, Brasil, y Chile.

Esa es una de las razones por las cuales la bonanza económica de Bolivia puede estar a punto de desaparecer. En el país hay poco capital para invertir en el desarrollo de nuevos pozos y campos de petróleo y gas. Y las compañías extranjeras no quieren negociar con gobiernos que quieren que todos los productos energéticos pertenezcan al Estado.

Por eso parece que Bolivia, uno de los países más pobres del continente, una vez más va a ver cómo sus aspiraciones económicas se desvanecen. Mientras sus vecinos aumentan sus negocios, Bolivia ve los suyos desaparecer poco a poco.

http://www.opinion.com.bo/Portal.html?CodNot=85973&CodSec=23

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Economía en tiempo de crisis, EL DEBER (Editorial), 17.1.2010

Las cifras del Presupuesto General de la Nación han venido a revelar que, como lo temían analistas independientes, la economía nacional está desacelerada. El hecho de que las exportaciones de 2009 hubieran caído en 1.600 millones de dólares es uno de los datos que retratan la nueva situación.

Antes de que estos indicadores mostraran que hay crisis en la economía, las corrientes de migración en el interior del país y hacia el exterior reflejaron la sensación de desconfianza de la ciudadanía ante la situación que se estaba dando.

Lo curioso fue que incluso cuando los ingresos por exportaciones se dispararon, debido al alza de los precios internacionales, el éxodo no disminuyó. Lo que lleva a la sospecha de que los ciudadanos son muy sensibles a otros indicadores, como el de la inestabilidad política.

La cantidad de consultas electorales que se han realizado en los últimos años fortalece a la democracia, pero, a juzgar por lo que pasó en el país, desalienta los planes de mediano y largo plazo de los ciudadanos. Muy linda la democracia, pero algunos bolivianos optaron por verla desde lejos.

Ahora se avecina una nueva elección, junto con las repercusiones de los últimos cambios. La elección de abril próximo mantendrá distraída a la población, pero al mismo tiempo hará que no pase la sensación de incertidumbre e inseguridad. Se multiplicarán las ocasiones para los desencuentros y las tensiones.

Los cambios que se avecinan, vistos desde el bolsillo del ciudadano, no son muy alentadores. Las autonomías autorizan la creación de nuevos impuestos, que tendrán que ser concertados con todo el andamiaje creado para el efecto, pero que, de todos modos, terminarán siendo nuevos impuestos.

La vigencia de la nueva Constitución garantiza, es cierto, la propiedad privada, como lo han reafirmado voceros del Gobierno nacional antes de las elecciones de diciembre. Pero el hecho de que esa garantía esté supeditada a que la propiedad privada cumpla “una función social” no es, ciertamente, algo alentador, sobre todo porque no se ha definido cómo ni quién calificará esa condición, caso por caso.

En esto, el ciudadano tendrá que optar por pagar impuestos a los inmuebles, impuestos ya existentes o que se irán creando. Falta de empleo y una mayor carga tributaria es una combinación que podría asfixiar a los ciudadanos.

El éxodo no es una solución, o por lo menos no mantiene las condiciones prometedoras de antes de que estallara la crisis financiera internacional.

El ciudadano tendrá que esperar a que las condiciones para el trabajo productivo se hagan positivas y que cese la incertidumbre. Deberá elegir muy bien a qué sector de la economía se ha de dedicar, tomando en cuenta que algunos de ellos, como el comercio minoristas y los servicios, están sobresaturados. La opción de dedicarse al sector productivo dependerá de que las autoridades restablezcan las condiciones de seguridad, tanto de la propiedad cuanto de las posibilidades de contar con combustibles seguros y que se suspendan las trabas o las limitaciones a la comercialización.

Siete años seguidos de tensiones políticas crean un clima de permanente expectativa pero también de incertidumbre.

http://www.eldeber.com.bo/2010/2010-01-17/editorial.php

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Relacionado:

Angustias de Hugo Chávez,

Humberto Vacaflor G., EL DEBER, 17.1.2010

El presidente Hugo Chávez ha comenzado a perder el control de la situación en Venezuela, un país que se proponía gobernar por lo menos 20 años más.

Ha organizado uno de los mejores sistemas de fraude electoral, tiene montado un aparato de seguridad casi infalible, pero ha olvidado cuidar la economía.

Sus métodos para el fraude y su seguridad personal fueron ‘exportados’ con éxito, como sabemos los bolivianos, y también está empeñado en exportar su política económica.

Su última decisión en materia económica fue despedir al ministro de Energía, Ángel Rodríguez, como castigo por la crisis de energía eléctrica que vive su país.

Todos los demás venezolanos saben que la crisis energética no fue provocada por el ministro despedido, sino por la política económica que desalentó las inversiones en el sector, política que fue dictada por Chávez.

El método populista de Lula da Silva, en cambio, consiste en alentar a las empresas a producir electricidad barata para dársela a los ciudadanos a precios de regalo. Lo importante, según Lula, es llegar a la gente, no asustar a los inversionistas ni nacionalizar nada.

Antes de despedir al ministro de Energía, Chávez ordenó el cierre de cientos de comercios que habían elevado los precios después de la devaluación del bolívar. Y anunció que esos comercios serían entregados a los trabajadores, para que los administren sin elevar los precios.

Chávez quizá no esté enterado de que se ha lanzado a una guerra muy difícil, de la cual nadie ha salido victorioso.

Hace tres años, en esta columna, hice esta referencia histórica: el emperador romano Diocleciano, en el siglo III, fue el primero que quiso combatir la inflación atacando a los vendedores en lugar de alentar la producción de alimentos. Decretó la pena de muerte para los especuladores. Dicen sus biógrafos que Diocleciano era “cruel y sanguinario”. Era de origen humilde, “astuto e inteligente”.

El problema de este antecedente histórico es que la inflación romana no cedió. Había comenzado criticando a los productores, a “los hombres que nadan en su riqueza”. Provocó guerras internas. Cambió la moneda. Pero nada consiguió. Tres años después de iniciada la campaña contra la inflación, Diocleciano terminó dando a los ricos productores millonarios incentivos para que produzcan más. Se retiró de la política y se fue a atender una chacrita que tenía en Salona. Su aporte fue haber creado el impuesto a la prostitución.

Y hay más casos para recordar. El excelente periodista brasileño Clovis Rossi recordó hace pocos días que en 1986 el ex presidente José Sarney, ante el aumento del precio de la carne de res, ordenó al Ejército matar vacas en el pasto, a balazos. Cuando pararon los disparos, poco tiempo después, la inflación llegó al 80%, igual que la impopularidad de Sarney.

La economía venezolana decreció el año pasado un 2,9%. Ese país está importando crudo liviano, más o menos 2,6 millones de barriles por mes, para resolver los problemas de sus refinerías. Así y todo decidió enviar gasolina barata a Irán, para su amigo de apellido impronunciable.

Aquí está la clave de los errores de Chávez: mezcla economía con política. Toma decisiones económicas inspirado en sus preferencias políticas. Y así le está yendo.

* Periodista

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